martes, 23 de abril de 2013

14/03/2013 por Alexis Fuentes Villavicencio

Aún puedo sentirte corrompida, sin conclusión ni visión y completamente aturdida por las luces. Lo que brota de mi piel se asemeja a la sensación de verte saltando desde lo más profundo con el pelo marchito. Vamos aplaudiendo junto con la caravana, tú mas bien sabes que los vidrios repartidos en el piso no eran mas que plaquetas aturdidas de amargura, con un final tan tajante, frío y tenebroso como nuestra canción. Gritos y nada más, gritos en el silencio y en lo melancólico, gestos invisibles lamentando el deceso de nuestro lastimoso plan, el que nunca fue el mío y mucho menos el tuyo. Aquí estoy afuera, huelo las lámparas y las escaleras (escupiendo y escupiendo y maldiciendo y blasfemando, vomitando sobredosis en tu cara, estoy atrapado, realmente atrapado). No hay día, tampoco sobriedad. 15 contenedores de rabia resonantes, enfermos y dolidos. 15, realmente son 15! “Estaré ahí para siempre” no significa intensidad, mucho menos propósito. Respeto? Histeria? Tu cuello apretado, es realmente lamentable, tibio, gris. El bloque cae rápido para dar paso al cabello rojo, te odio mucho, te amo mucho, te juego mucho, tu problema es que ese estúpido no sabe jugar. Estoy muy enojado, muy contento y tú no quieres escuchar (estaré enfermo). Atmósfera creada por similitudes corporales, como algún ser que va a 450 kilómetros por hora, se cae y se funde, patético, podrido. Todavía hay sangre en mi pecho y en tu cabeza.

Autor
Alexis Fuentes Villavicencio

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